Fué haciendo el Camino del Norte, mi primera experiencia en el Camino de Santiago cuando conocí a Xoan Corral, un domingo 28 de julio de 2008.
Recorríamos en bici y con alforjas parte del Camino del Norte desde Santander a Santiago, cuando en la sexta etapa, la que iba de Mondoñedo a Sobrado Dos Monxes, el Camino nos mostró una de sus caras más duras.
La mañana, al amanecer, a la salida de Mondoñedo, nos saludaba con un puerto de los buenos y además lloviendo con ganas. No se me olvida la imagen de dejar a nuestra espalda Mondoñedo, a la luz de las farolas aún encendidas, y afrontar la subida, por una carretera solitaria, viento y agua, montones de babosas gigantes cruzándose sin tenernos en cuenta en sus mundos de babosa, espesos bosques de helechos y eucaliptos, más agua bajando por ocultos torrentes sonando bravía y lluvia, muuuucha lluvia, muuuucha sensación de frio y humedad en el cuerpo, niebla baja que se levantaba tímidamente dejando jirones sobre el terreno. Todo un espectáculo de la naturaleza de los que dejan huella, hasta tal punto que desde entonces, siempre lo recuerdo con toda su total intensidad y crudeza.
Resultado, empapados hasta la médula, ateridos de frio, hacemos cumbre en el puerto y cuando vamos a descender hasta Villalba siguiendo el Camino, nos encontramos con nuestro peor enemigo: el barro.
Al final optamos por seguir por la carretera, a pesar del mucho tráfico y la gran cantidad de camiones.
Paramos a desayunar en una gasolinera, muertecicos de frio y calados hasta los huesos, aprovechando el calor del secador de manos que nos reconfortaba a duras penas.
El tiempo mejora, cesa la lluvia y regresamos al Camino, pero la humedad la teníamos encima, el frio en los huesos, la ropa chorreante, pero bueno, cosas del Camino.
De pronto, llegamos a una nueva población, una de tantas por las que pasamos: Baamonde.
Paramos junto a la ermita románica allí existente, fotos de rigor fanáticos del clic y como ya era hora de avituallamiento, decidimos entrar en el cercano restaurante Galicia, nada ostentoso en el exterior, fachada típica y, bueno vamos a probar, ahí está la aventura.
Pasar al restaurante Galicia de Baamonde fue como acceder a otro planeta, a otra dimensión, a otro mundo. Sorpresa a tope por un ambiente dedicado al peregrino, al Camino, un oasis de paz para el espíritu. Parece que hemos acertado, nos sentimos bien acogidos y en el lugar justo que necesitábamos.
Dicho y hecho, aquí comemos lo que sea, recuperamos fuerzas y acabamos de secarnos.
Pasamos al comedor y...
Todo lo contado anteriormente de la entrada al restaurante se multiplica al ver aquel salón abigarrado de recuerdos del Camino y sobre todo a la, pequeña e imponente a la vez, figura de Xoan Corral, que con una sonrisa extremadamente cálida y acogedora nos recibe con los brazos abiertos.
Lo digo y lo afirmo, después de tantos Caminos, nunca he sentido la sensación tan intensa y gratificante de haber sido recibido como Peregrino, como la que fue capaz de generar y de transmitirnos Xoan.
Figura menuda, piel clara, pelo cano y barba larga, salvaje, blanca reluciente. De verbo claro y poético. Hubo un momento en el que sentí como si el mismísimo Apóstol Santiago me estuviera acogiendo y abrazando. En verdad cuento lo que viví y sentí...
Al vernos como llegábamos, más se esforzó todavía, el buen hombre, en atendernos y en recomendarnos efusivamente el Menú del Peregrino, con un exquisito Caldo Gallego caliente, oloroso, sabroso, que entonó el cuerpo, alivió el cansancio y elevó el alma.
Mi primer Caldo Gallego, todavía no lo he olvidado, ni lo olvidaré jamás, se lo debo a Xoan Corral.
Luego me he aficionado a él, es mi bálsamo de mirabrás particular, lo pido siempre que lo encuentro en el Camino. De hecho, me he he convertido en apóstol del Caldo Gallego, y siempre que puedo, lo disfruto, recordando a Xoan.
En mi memoria y recuerdo, ha quedado totalmente asociado el Camino al Caldo Gallego y el Caldo Gallego a Xoan Corral.
Hace no mucho tiempo he sabido que Xoan Corral nos dejó el 19 de enero de 2012, y que ya anda caminando por el Camino de Santiago de las Estrellas acogiendo, abrazando y reconfortando peregrinos, algo que sabía hacer muy bien.
Deseo que descanse en paz, y espero seguir recordándolo mucho tiempo, siempre que saboree un humeante Caldo Gallego, en reposados y reconfortantes tragos en los Caminos que me queden.
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